martes, 20 de noviembre de 2012

Llamados a transformar nuestros ambientes: arzobispo Rogelio Cabrera López


“Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca (Mc 13, 30).

Mons. Rogelio Cabrera López

Cada uno de nosotros, tiene una responsabilidad, frente a los ambientes en los que se desarrolla su vida y la de los demás. Los ambientes son favorables o no, dependiendo de cómo permitimos que las cosas  vayan sucediendo.
El ambiente primordial de transformación que repercute en la sociedad, es la familia. Si desde la familia se permiten ambientes negativos, será difícil que se entiendan los valores. Si en la familia hay ambientes de egoísmo, de violencia, de vicios, de mentira, infidelidad, etc; cómo podemos pedir transformar en bien los ambientes constantes.
Al contrario si se respiran ambientes de responsabilidad, de lucha, de cooperación, de fe, etc., podremos hacer notar que somos responsables directos de que los ambiente cambien para bien y desarrollo de la sociedad y la persona misma.
La Iglesia, descubre su misión como transformadora de ambientes, de hecho, la doctrina social, nos lo recuerda: “Con su enseñanza social, la Iglesia quiere anunciar y actualizar el Evangelio en la compleja red de las relaciones sociales. No se trata simplemente de alcanzar al hombre en la sociedad —el hombre como destinatario del anuncio evangélico—, sino de fecundar y fermentar la sociedad misma con el Evangelio Cuidar del hombre significa, por tanto, para la Iglesia, velar también por la sociedad en su solicitud misionera y salvífica. La convivencia social a menudo determina la calidad de vida y por ello las condiciones en las que cada hombre y cada mujer se comprenden a sí mismos y deciden acerca de sí mismos y de su propia vocación. Por esta razón, la Iglesia no es indiferente a todo lo que en la sociedad se decide, se produce y se vive, a la calidad moral, es decir, auténticamente humana y humanizadora, de la vida social. La sociedad y con ella la política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen un ámbito meramente secular y mundano, y por ello marginal y extraño al mensaje y a la economía de la salvación. La sociedad, en efecto, con todo lo que en ella se realiza, atañe al hombre. Es esa la sociedad de los hombres, que son  el camino primero y fundamental de la Iglesia”. (62)
Para humanizar a las personas, se debe crear un ambiente donde aprenda y descubra su realización en la búsqueda de la trascendencia. Los ambientes se fraguan de manera humana en medio de la comunidad. Debemos sanear los ambientes tecnológicos, y no disminuir las relaciones personales por el tiempo que nos ocupan las relaciones cibernéticas.
Hemos recordado que la Iglesia nos presenta a Jesús como aquel que asumiendo la humanidad nos enseña a realizarnos en plenitud, configurándonos a él: Con su doctrina social, la Iglesia se hace cargo del anuncio que el Señor le ha confiado. Actualiza en los acontecimientos históricos el mensaje de liberación y redención de Cristo, el Evangelio del Reino. La Iglesia, anunciando el Evangelio, « enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina ». En cuanto Evangelio que resuena mediante la Iglesia en el hoy del hombre,81 la doctrina social es palabra que libera. Esto significa que posee la eficacia de verdad y de gracia del Espíritu de Dios, que penetra los corazones, disponiéndolos a cultivar pensamientos y proyectos de amor, de justicia, de libertad y de paz. Evangelizar el ámbito social significa infundir en el corazón de los hombres la carga de significado y de liberación del Evangelio, para promover así una sociedad a medida del hombre en cuanto que es a medida de Cristo: es construir una ciudad del hombre más humana porque es más conforme al Reino de Dios”. (63)
Tenemos, pues, la gran tarea de fortalecer los ambientes. Sobre todo en este año de la fe, qué bueno sería actuar movidos por la fe cristiana. El convencimiento de esta fe, será garantía de transformación. Pero recordemos que la fe, no es sólo un sentimiento, es necesario dar razón de ella,  y esto implica aprender. Ponernos en actitud de discípulos. 

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