domingo, 16 de diciembre de 2012

Enderezar lo tortuoso de la vida: Rogelio Cabrera López, arzobispo


“Ha resonado una voz en el desierto: preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, todo valle será rellenado… lo tortuoso se hará derecho y los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios” (Lc 3, 5-6).
Mons. Rogelio Cabrera López
Nos acercamos a tiempos, tradicionalmente, emotivos. La navidad es un tiempo que nos remite a momentos de alegría y de grandes recuerdos. Es tiempo de encuentro y de reconciliación. Es verdad, es tiempo de ponerse en camino. 
La Navidad tiene su razón de ser solamente en Dios, si Jesús no está en ella, realmente no es Navidad. Será otra cosa, podrá faltar cualquier otro personaje pero si Jesús no está, la Navidad no es tal.
Pero tampoco podremos plantear un ambiente de Navidad sino preparamos el camino. Si este tiempo nos permite evaluar nuestras acciones, nos daremos cuenta, que algunas cosas son urgentes que se enderecen.
Aquellas maquinaciones injustas y corruptas; aquellas infidelidades y deshonestidades; aquellas pérdidas de tiempo y de sentido; aquellas relaciones complicadas y torcidas que nos llevan a los vicios y la insensatez.
La doctrina social de la Iglesia nos recuerda que precisamente esta es su razón de ser, ayudar a todos a vivir correctamente, sin doblez; es decir ayudar a enderezar lo que está tortuoso: “El objeto de la doctrina social es esencialmente el mismo que constituye su razón de ser: el hombre llamado a la salvación y, como tal, confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia. Con su doctrina social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia que de la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor que la forman, depende en modo decisivo la tutela y la promoción de las personas que constituyen cada una de las comunidades. En la sociedad, en efecto, están en juego la dignidad y los derechos de la persona y la paz en las relaciones entre las personas y entre las comunidades. Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social”. (81)
De esta manera, a ejemplo de Juan el Bautista, la Iglesia asume la misión profética que anuncia y denuncia: “En esta perspectiva, la doctrina social realiza una tarea de anuncio y de denuncia. Ante todo, el anuncio de lo que la Iglesia posee como propio: « una visión global del hombre y de la humanidad », no sólo en el nivel teórico, sino práctico. La doctrina social, en efecto, no ofrece solamente significados, valores y criterios de juicio, sino también las normas y las directrices de acción que de ellos derivan. Con esta doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la sociedad, sino de exigencia, dirección y formación de las conciencias. La doctrina social comporta también una tarea de denuncia, en presencia del pecado: es el pecado
de injusticia y de violencia que de diversos modos afecta la sociedad y en ella toma cuerpo. Esta denuncia se hace juicio y defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños, de los débiles. Esta denuncia es tanto más necesaria cuanto más se extiendan las injusticias y las violencias, que abarcan categorías enteras de personas y amplias áreas geográficas del mundo, y dan lugar a cuestiones sociales, es decir, a abusos y desequilibrios que agitan las sociedades. Gran parte de la enseñanza social de la Iglesia, es requerida y determinada por las grandes cuestiones sociales, para las que quiere ser una respuesta de justicia social”.  (ibid).
Cuando las cosas no son correctas, se carga en la conciencia la vaciedad y la insatisfacción que acarrea a cometer otra serie de cosas malas. Por eso, estemos atentos, enderecemos aquello que depende de nosotros. Navidad será tiempo de rectitud, de enderezar la vida, porque es el camino derecho que Dios caminará con nosotros.

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