A todas luces resulta lamentable que
tras dos meses de haber iniciado el paro de labores, la Sección 22 de la CNTE
de Oaxaca haya terminado su movilización en la capital del país con acciones de
violencia extrema.
Las dos expresiones, moderados y
radicales, se confrontaron, pero los primeros se impusieron con el 75 por
ciento del magisterio oaxaqueño que decidió volver a sus escuelas, lo que sin
duda deja con un palmo de narices a los extremistas y ultraizquierdistas que se
empecinan en quedarse, como minoritaria y sin representatividad, en el Distrito
Federal.
De manera entusiasta la mayoría de
los padres de familia de Oaxaca aplauden esta decisión pues saben y entienden
que en toda lucha hay momentos de negociar y momentos de declive, pues ahí es donde
debe prevalecer la cordura, por lo que los hechos de violencia no son más que
el reflejo del grado de desesperación del ala extremista que una vez más mostró
que es minoría y sólo postula posiciones irracionales e incongruentes, fuera de
toda realidad, que basan en mitos sus aspiraciones y que carecen de ideales y
causas.
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