martes, 22 de mayo de 2012

Llama arzobispo a "erradicar el mal de nuestro mundo"


Enviados a erradicar el mal de nuestro mundo
“El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían” Mc 16, 19-20
Monseñor Rogelio Cabrera López
Nadie puede estar ajeno de sentirse enviado para erradicar el mal de nuestro mundo. Los creyentes tenemos la firme convicción de haber sido convocados a participar en esta tarea; inclusive, los no creyentes, sienten en su interior la voz de su conciencia que les empuja para actuar conforme al bien común y de buena voluntad.
El mal desdice la vocación del ser humano, que está llamado a heredar una bendición. Bendecir significa decir bien, actuar bien, actuar  en nombre de Dios. Este es el poder más grande que tenemos. Dejar que Dios actúe en nosotros.
El Papa Benedicto XVI en su Encíclica caritas in veritate, ha retomado la reflexión aplicándola, por supuesto al orden social y universal, pero eso nos puede iluminar nuestro comportamiento personal. Los intereses económicos y la situación de pérdida de moralidad nos han puesto en momentos críticos como personas frente a los demás, por eso afirma diciendo: La cooperación para el desarrollo no debe contemplar solamente la dimensión económica; ha de ser una gran ocasión para el encuentro cultural y humano. Si los sujetos de la cooperación de los países económicamente desarrollados, como a veces sucede, no tienen en cuenta la identidad cultural propia y ajena, con sus valores humanos, no podrán entablar diálogo alguno con los ciudadanos de los países pobres. Si éstos, a su vez, se abren con indiferencia y sin discernimiento a cualquier propuesta cultural, no estarán en condiciones de asumir la responsabilidad de su auténtico desarrollo. Las sociedades tecnológicamente avanzadas no deben confundir el propio desarrollo tecnológico con una presunta superioridad cultural, sino que deben redescubrir en sí mismas virtudes a veces olvidadas, que las han hecho florecer a lo largo de su historia” (59).
El bienestar de las personas no se basa sólo en las mejoras económicas, sino en la superación de las virtudes humanas, es decir, en una sana moral que respete la dignidad de cada ser humano: “Las sociedades en crecimiento deben permanecer fieles a lo que hay de verdaderamente humano en sus tradiciones, evitando que superpongan automáticamente a ellas las formas de la civilización tecnológica globalizada. En todas las culturas se dan singulares y múltiples convergencias éticas, expresiones de una misma naturaleza humana, querida por el Creador, y que la sabiduría ética de la humanidad llama ley natural. Dicha ley moral universal es fundamento sólido de todo diálogo cultural, religioso y político, ayudando al pluralismo multiforme de las diversas culturas a que no se alejen de la búsqueda común de la verdad, del bien y de Dios. Por tanto, la adhesión a esa ley escrita en los corazones es la base de toda colaboración social constructiva. En todas las culturas hay costras que limpiar y sombras que despejar. La fe cristiana, que se encarna en las culturas trascendiéndolas, puede ayudarlas a crecer en la convivencia y en la solidaridad universal, en beneficio del desarrollo comunitario y planetario”. (59)
En efecto, el Papa ha hablado de aquella ley inscrita en nuestros corazones, la cual nos mueve actuar para el bien.
No estamos solos, de hecho, Jesús nos ha invitado a retomar su camino y su misión; nos ha enviado con el poder de actuar, como dijimos, en su nombre.
Debemos utilizar todos los medios posibles para hacer patente el mensaje de amor de Dios. Hoy podemos reconocer en la 46 Jornada Mundial de las comunicaciones sociales, que el Papa ha convocado para que juntos analicemos que los medios de comunicación ejercen una misión de ser instrumentos al servicio del bien y de la evangelización, ya desde el tema: Silencio y palabra, camino de evangelización. Se nos invita a saber escuchar y saber dialogar para poner al frente de todos, un mensaje que no es impuesto, sino que, como alternativa de seguridad de alguien que nos ama y que camina con nosotros: Dios; por eso cuanto más permitamos que Dios camine con nosotros, podremos erradicar el mal de nuestro mundo. No hagamos lo contario, pensando que es erradicando a Dios como lograremos que haya una humanidad mejor. Eso es ser miope ante la realidad. La fe en Dios es una fortaleza humana y social.


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