(Juan 8, 1- 11) “En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, le enseñaba. Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en infraganti adulterio…”
El evangelista Juan, presenta en este quinto domingo de cuaresma, la escena de la mujer adúltera. Encontramos dos posturas: la de Jesús, que vuelve a mostrar su preferencia por los pecadores, y la de los escribas y fariseos, apegados a sus leyes y normas.
El relato narra, que Jesús enseñaba en el templo y los fariseos llegan repentinamente e interrumpen al Maestro con la ley en la mano, para ponerle una trampa. Le presentan a una mujer sorprendida en adulterio. Jesús critica a los fariseos por su postura patriarcal y machista, tanto en la teoría como en la práctica; es decir, según la ley de Moisés, se debería haber acusado al varón como a la mujer (Dt 22, 22 y Lev 20, 10), y en la escena sólo aparece la mujer. Jesús guarda silencio, se agacha para ponerse al nivel de la adultera y se pone a escribir en el suelo; pone a los acusadores ante su propio pecado, desenmascara sus malas intenciones: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Son los adversarios los primeros que tienen necesidad del perdón de Dios, por eso se van alejando uno por uno y la mujer humillada, se queda ahí, esperando escuchar la palabra sanadora de Jesús: “Tampoco yo te condeno, vete y en adelante no vuelvas a pecar” El perdón de Dios, no anula la responsabilidad de la persona, por eso Jesús invita a la mujer a no volver a pecar. Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.
Los fariseos identifican al pecador con su pecado, en cambio, Jesús se fija en la persona, ve más allá de su pecado. Descubrimos el rostro genuino de la misericordia de Dios, que ama y perdona, porque Él nos ama a pesar de nuestros pecados, basta tomar conciencia de este amor y todo cambia a nuestro alrededor, como la mujer adúltera que Jesús liberó de la acusación y de la condenación. El amor entrañable de Dios, nos lleva a desplegar todas nuestras posibilidades en bien nuestro y en bien de los demás.
Pasar de ser esclavo a ser libre
El perdón y la misericordia de Dios, fue lo primero que experimentó aquella mujer adúltera, que se sintió aceptada, liberada y perdonada por el derroche de amor que Jesús le mostró. Me cuesta ver a personas que, como los fariseos, con la ley y las normas en la mano, se olvidan de la persona, a la cual la identifican con su pecado.
Jesús me llama a considerar que el regalo más apreciado por Dios, es precisamente la persona concreta. El Evangelio me ayuda a descubrir las posibilidades que tengo de vivir de manera distinta y pasar de ser esclavo de mi pecado, a experimentar la libertad, el amor y la misericordia que Jesús me ofrece como hijo amado por Dios.
Osvaldo Pulido SX