miércoles, 13 de junio de 2012

Jesuitas se refieren al movimiento 132



La compasión por las víctimas de la represión de Atenco desató los gritos de los jóvenes universitarios en la visita de Peña Nieto a la IBERO. Algunos de los jóvenes que portaban las cartulinas o gritaban la consigna "Atenco no se olvida" habían escuchado el testimonio de las madres de Alexis Benhumea y Javier Cortéz Santiago, jóvenes asesinados en ese operativo; otros conocieron a las mujeres que fueron violadas, y muchos más recordaban las imágenes tan violentas trasmitidas por televisión en ese 2006. Los que gritaban ¡Asesino! a Peña Nieto expresaron la compasión reprimida en el corazón de muchos mexicanos ante el hombre que ordenó el operativo policiaco. En ese momento los jóvenes universitarios dejaron salir de su garganta el grito de los campesinos que no pudieron expresarlo ante el autor de la tragedia. 
El movimiento "Yo Soy 132" empezó enarbolando la bandera de la democratización de los medios, algo que generó mucha simpatía entre una ciudadanía consciente de las banalidades de las principales cadenas televisivas, pero en el corazón de estos jóvenes hay gritos más profundos, aquellos que surge al ver un México herido por la corrupción y la violencia, gritos que van acompañados del deseo de un nuevo modo de hacer política. Eso es lo que se escucha en sus comunicados y sus asambleas: trabajar para reconstruir un país herido por la ambición de poder. Sus deseos llevan el deseo de la mayoría de los mexicanos: cambiar "el miedo por esperanza, la violencia por armonía, la ignorancia por conciencia y la imposición por libertad" (30 mayo 2012).

México es un país compasivo ante las desgracias propias y de otros. Esto se comprobó en los temblores del 85, en los huracanes que golpearon el sureste del país, en el huracán Mitch que azotó en Centroamérica o en grupos como las "patronas" que, desinteresadamente, entregan tortas a los migrantes en su paso por Veracruz. México quiere vivir en paz y rechaza la violencia, pero sus gritos se los guarda en la garganta ante el miedo de ser escuchados por la "gente mala", como los llaman en Cherán. El problema es la falta de liderazgos políticos que generen la confianza del cambio verdadero. Por eso, hoy, cuando aparece un liderazgo juvenil, lleno de frescura, valentía y alegría, la gente los sigue. La firme defensa de la dignidad estudiantil "no somos porros somos estudiantes" desató una compasión colectiva universitaria hacia el propio país y un deseo de transformar de raíz la política que está llevándonos a la ruina. 

El movimiento empieza a elaborar sus líneas de acción, la democracia en los medios de comunicación es sólo la punta del iceberg. Así como de grande es el dolor y la indignación ante el deterioro social del país, así es el deseo de muchos mexicanos representados en estos jóvenes dispuestos a sanar una país herido. La agenda está por definirse, ahora toca quitar el maquillaje a los candidatos para emitir un voto informado y cuidar las elecciones para denunciar cualquier intento de fraude. ¡Qué valientes estos hombres y mujeres que hoy ponen el ejemplo a quienes sólo se lamentan! ¡Qué sabiduría para dejar salir a través de ellos el deseo de millones de mexicanos! Estos ejemplos necesitan nuestros niños y adolescentes que empezaban a crecer con un nuevo superhéroe: el narcotraficante.

Ya nos estábamos acostumbrando a buscar en las noticias cuántos muertos más se sumaban a los sesenta mil y cuántos desaparecidos se sumaban a los diez mil. Ahora vamos contando las ciudades donde aparecen estos jóvenes pidiendo un voto informado, qué nueva iniciativa tienen para estas elecciones y qué van pensando para después de ellas. Este movimiento es la esperanza que necesita el país para levantarse después de los saqueos y la destrucción de lo más valioso que tenemos: el tejido social. Generar esperanza en los mexicanos es generar capacidad para transformarlo y esto es un elemento peligroso para quienes desean que las cosas sigan igual que antes. 

Me llama la atención que la pregunta morbosa de muchos es ¿quién está detrás de ellos? Cuando la pregunta correcta tendría que ser ¿qué está detrás de ellos? Y detrás de ellos veo una compasión por un país herido y grandes deseos por poner a su servicio tanta energía y tanta creatividad. Ya después vendrán los estudios sociológicos para caracterizar este nuevo movimiento, pero una de las cosas más interesantes es que no tiene liderazgos claros, más bien tratan de llegar a consensos y dividirse el trabajo. Algo muy difícil de entender para quienes están acostumbrados a recibir o a dar órdenes. Es un movimiento que trata de escuchar a los más posibles, sus reuniones son largas, según comentan, y lo que más resuena a la mayoría es lo que se hace. Me recuerda el modo de tomar decisiones de nuestros pueblos indígenas. 

El movimiento "Yo Soy 132" está saliendo de las redes sociales para informar en las calles sobre la coyuntura actual y dar a conocer los diferentes candidatos y sus partidos. Ellos saben que la principal red social es la calle y ahí también quieren estar presentes. Así se está encontrando el verdadero sentido de ser universitario generando reflexión y teniendo una incidencia social a favor de las víctimas. El carácter apartidista del movimiento hace pensar en un buen futuro de este movimiento. 

Estos jóvenes también despiertan grandes deseos en los mayores, sueños que quizás estaban adormecidos o ideales que habían quedado en los libros o en las anécdotas. Es momento de volver a soñar el país que queremos y pensar en qué candidato se acerca más a ese sueño. El presidente que necesita México es aquel que pueda integrar el sueño de estos jóvenes. Tanta energía no puede reprimirse o marginarse. Es el tiempo de confiar en estas generaciones. Quizás todo esto sea un llamado a escucharnos más, dejando de lado nuestro propio interés, y rehacer la política desde la compasión con las víctimas. 

P. Jorge Atilano González Candia sj

No hay comentarios:

Publicar un comentario